Él no podía hablar, sólo le miraba con el brillo desgastado de sus ojos. Vivían acompañados de un frío helado que les entumecía las heridas, el ruido del hambre les despertaba el deseo de sentir el silencio muerto, y la indiferencia de los demás les encarnaba en fantasmas, todos les veían, pero nadie quería verlos. No existían las palabras, ni siquiera eran necesarias, porque su día a día y sus sentimientos eran semejantes, el camino de sus vidas no lo recorrían caminando, sino agachados ante los demás pidiendo un pellizco de esperanza, y el sentimiento era cada día más nulo, pues su corazón no tenía fuerza para guardar valor, ni sueños. Sus sueños eran escombros sin fronteras, huellas sin camino, caídas sin impulsos…

Piel y pelo rendidos no se miraron, pero las manos rodearon el alma de aquellas patas cansadas de estar paralizadas. Cayeron en un eterno sueño sin compasión, deseando quedarse solos frente al mundo, pero con una condición: quedarse juntos hasta consumir el resto de aquella esquina, aquel suelo, aquel cartón, y aquella vida.
.k.
No hay comentarios:
Publicar un comentario