
A la hora de levantarse sentía que los párpados pesaban conscientes por no querer abrirse al mundo. Era otra vez lo mismo, la misma cuesta, el mismo camino, y los mismos hoyos donde caer. Los pasos eran un reto para no salir corriendo en dirección contraria y las manos sudaban del cansancio. El desafío constante de la mente y los sentimientos entrecruzados la introducían en un mundo paralelo, diáfano y cruel, donde nadie podía entender nada. Egoísmo puro y duro de su lejano cuerpo en llamas. Pero por fín, aKabó. Ella llegó a la meta.
.k.
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