15.10.10

.sóLo2.

Eran dos. ¿Dos qué? Si el dos no existe en sí mismo. Dos unos dos otros y más de aquellos. Pero nunca dos. Porque el dos nunca conoce al primero, y el último las tienta para escaparse del anterior, mientras que el segundo siempre está en medio. Eso, sí, en medio. Eso si están enlazados con un número en forma de corazón, pero qué corazón…si los números no ocupan espacio y el corazón sin espacio no late. Eso, no late. Pero la tiene latiendo. Latiendo fuertemente despacio, venciendo débilmente el miedo. Miedo, ¿miedo a qué? Si el miedo es invisible, pero quién te dice a ti que lo invisible no desaparece. Si le dices las pistas para alcanzar el vuelo seguro que el dos se arrancará el aire que le pesa, y se hinchará de sueños pesados, para no conseguir tocar el cielo. ¿qué cielo? Si el cielo es la pesadilla que nos sube a las nubes inalcanzables, y las estrellas las que nos clavan los aguijones de veneno para no poder dormir. Pero esta vez eran tres. Tres, tres, tres… mas otros tres… cuánta suma, pero no se suma lo que nunca se pudo contar. Ni los días, ni las horas, ni la intensidad. Sólo se sabe que fueron pocos para el dolor que tenían sus labios, o muchos para las gotas que jamás se secaban ni jamás se secarán. Dicen que si un desierto tiene una piedra de escarcha, pesa más que cualquier granito de arena que se ensucia sin mirar. Y al después siguiente ya no eran cuatro, ni seis, ni siete. Era uno. O una. O dos unos. O una sola. Y solamente una fue la oportunidad. O quizá sólo una se marchó sin pensar.

.k.

No hay comentarios:

Publicar un comentario