los deseos de nadie nunca se cumplen, ni los míos tampoco. el precipicio es tan profundo que la caída de los cuerpos en él no provoca sonido, ni salpicadura. muchos piensan que lo mejor es ponerse una capa y volverse invisible, pero en ese momento sólo se convierten en unos muertos en vida.
cariño.
te siento latir en mí. nadie quiere creerme, pero si estuvieras muerto, lo sabría. mi corazón se ha detenido y el tuyo resuena en mi vientre, como un tambor. estás en alguna parte, lo sé, no sé ni dónde ni con quién, pero estás, con los pies en el suelo y con la cabeza bien alta queriendo encontrarme.
si estuvieras de viaje, celebraríamos algo grande, lo mejor del mundo. ¿verdad que si? pues estás de viaje, aunque ignoremos el destino. al fin y al cabo, no es más que eso, un viaje.
el corazón te ha buscado tanto que ni tú te lo puedes llegar a imaginar. por supuesto no ha dicho ni una palabra a mi cabeza, ni una sola palabra de los largos días que ha llegado a recorrer por caminos, creyendo reconocerte por alguna encrucijada. no lo dice, total, es su manera de hacer las cosas.
pero he visto el cuentakilómetros del coche, y la mirada vacía de todo este tiempo. ni él mismo es capaz de reconocerse en el espejo del cansancio que sigue aguantando día tras día.
también he visto las botellas de vino que se han vaciado demasiado deprisa. y la delgadez que se ha llegado a callar.
pero sobretodo, he visto sus brazos alrededor de mi cuerpo intentando agarrarse pero sin encontrar dónde hacerlo puesto que ya no soy nada.
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